Presentación de Call Out en PLANTA
La obra de Studio Korinsky y Orhan “aib” Kavrakoğlu cuestiona la creciente presencia de satélites que orbitan la tierra para conectar el mundo virtualmente.
Los días 11 y 12 de junio la obra ‘Call Out’, de Studio Korinsky y Orhan “aib” Kavrakoğlu, recientemente galardonada con la beca ISEA2022 Barcelona concedida por la Fundació Sorigué, fue presentada en PLANTA. El evento tuvo lugar en el marco del festival internacional de arte ISEA2022 – 27th International Symposium on Electronic Art, que, bajo el tema ‘Posibles’, tuvo como objetivo llamar la atención del público sobre las intersecciones entre arte, ciencia y tecnología. La obra ‘Call Out’, que se ha incorporado a la colección de la Fundació Sorigué, se instaló de forma temporal en el taller de maquinaria de Sorigué y fue presentada a los visitantes por el artista, Abel Korinsky.
El propósito de ‘CALL OUT’ es poner sobre la mesa la responsabilidad humana en la tecnología a través de una instalación audiovisual inmersiva. La obra está inspirada, entre otros, en la creciente presencia de satélites en nuestra órbita debido a proyectos como el SpaceX de Elon Musk, que tiene como objetivo gestionar más de 11.000 satélites en órbita hacia 2027. Estos dispositivos, claves para el desarrollo tecnológico, plantean todavía muchas preguntas sin respuesta. Desde 1967, una década después de la puesta en marcha del primer satélite, el Sputnik, el tratado del espacio exterior ha proporcionado el marco básico para la legislación espacial internacional. Sin embargo, los países han permitido cada vez más esfuerzos comerciales bajo sus propias normas, hasta llegar a una carrera espacial privada. La pieza invita a reflexionar sobre temas como la responsabilidad, la propiedad, la recogida de datos, el control de la comunicación o la falta de consciencia acerca de la presencia de los satélites.
“Call Out” consta de diferentes fases lumínicas, que se modifican según el rastreo en vivo de los diferentes satélites que sobrevuelan el punto en el que se encuentra la instalación, a una distancia de entre 500 y 600 kilómetros de la superficie terrestre. Para ello, los artistas y su estudio han desarrollado un software específico de rastreo de datos y mapeo GPS de satélites, por lo que el trabajo está codificado desde cero, sin utilizar un software visual preprogramado. Además, la obra incorpora un sistema de sonido envolvente multicanal que sonifica los satélites según su posición. Por lo tanto, los datos procesados por el software son transformados a tiempo real en campos de luz generados por tubos LED y en diferentes piezas de audio. La naturaleza transitoria y la belleza física de los patrones de luz se entrelaza con la creación sonora envolvente para transportar a la audiencia al espacio exterior y desdibujar los límites entre la realidad y la ilusión.
Las diferentes fases lumínicas simbolizan diferentes situaciones que se dan con los satélites. Por ejemplo, cuando el sistema capta a más de ocho satélites orbitando a la vez por la zona mapeada, los tubos muestran un fundido a colores RGB, como símbolo del riesgo de choque entre ellos y la pérdida de datos que esto supondría. Cuando los satélites rastreados cruzan sus caminos, la obra muestra destellos. Tal y como el propio artista explica, cuando los satélites cruzan sus trayectorias, en realidad no chocan, pues se encuentran a algunos kilómetros de distancia, pero en términos de espacio esa distancia no es nada. La obra hace hincapié en los peligros que supondrían para la humanidad y para el espacio estos choques, basándose también en el Síndrome de Kessler. Esta teoría describe la reacción en cadena que se da si un satélite choca con otro, destruyéndolo y transformándolo en miles de partículas que entrarían en órbita y pasarían a ser un posible peligro para otros satélites. Por lo tanto, el riesgo a colisión pasa a ser exponencial, pues cuantos más satélites hay en órbita, más posibilidades hay de que colisionen, y con cada colisión se generan partículas que pueden colisionar también con los satélites. A la vez, la obra invita a la reflexión sobre la apropiación por parte de algunas compañías privadas de un bien común como es el espacio. Como el propio artista Abel Korinsky afirma “todos compartimos un único cielo”, pero cada vez está siendo más complicado, por ejemplo, el simple hecho de contemplarlo, pues la presencia de satélites empieza a ser visible desde la Tierra, a la vez que la contaminación lumínica o los nuevos ritmos de vida también lo dificultan.
La instalación de la obra en PLANTA supuso la primera presentación completa de la obra, pues anteriormente se había mostrado en Aaran Gallery Teherán únicamente en formato digital basada en el software de mapeo, y en formato físico en Bozar (Palacio de las Bellas Artes de Bruselas) y en el festival del agua Bulgaria con una cuadrícula de bombillas y con una proyección que daban a conocer la obra en formato bidimensional.